lunes, noviembre 12, 2012

Zoé Valdés, Charles Krauthammer y Alfredo M. Cepero opinan sobre la derrota de Mitt Romney y del Partido Republicano en noviembre 2012. Cambios para las elecciones 2016

Tomado de http://www.lanuevanacion.com

LA HORA DE LOS LATINOS Y EL TIEMPO DE AMÉRICA.

Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com
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Cuando a principios de este año el Partido Republicano se encontraba todavía enfrascado en la enconada batalla de las elecciones primarias, escribí un artículo estipulando las ventajas de que Marco Rubio fuera postulado como vicepresidente en la candidatura de dicho partido. Por entonces dije: "Solamente el senador Marco Rubio reúne las tres cualidades esenciales para proteger los flancos débiles de Romney y, de paso, aumentar las probabilidades  de una victoria republicana. Rubio tiene un mensaje positivo para la comunidad inmigrante, cuenta con un sólido respaldo de los miembros del Tea Party y disfruta de una inmensa popularidad en un estado (La Florida) que Obama gano en el 2008 y que Romney necesita ganar este año para llegar a la Casa Blanca".

Los resultados electorales de 2012, aunque por estrechísimo margen, dieron de nuevo la victoria a Obama en el Estado de la Florida. Creo además que, aunque  hubiera ganado la Florida seleccionando a Marco Rubio como compañero de fórmula, no habría ganado las elecciones. Para ello necesitaba ganar por lo menos Virginia y Ohio, dos estados donde la eficiente maquinaria de Obama se impuso sobre una campaña de Romney que nunca fue capaz de motivar a la derecha del Partido Republicano. Más de 3 millones de norteamericanos que en el 2008 votaron por John McCain se quedaron en casa en el 2012, un número que pudo haber inclinado la balanza a favor de Romney.

Aunque hubiera preferido a Marco Rubio creo, sin embargo, que la selección de Paul Ryan como candidato a vicepresidente fue totalmente acertada. Ryan es un conservador genuino y probablemente la mente más brillante en cuestiones fiscales y presupuestarias con que cuenta el Partido Republicano. Agregó credibilidad a un mensaje conservador que Romney parecía emitir de mala gana. Pero es un hecho ampliamente demostrado que son los candidatos a la presidencia  quienes determinan la victoria o la derrota en las elecciones. La derrota fue de Romney y Ryan queda exento de toda responsabilidad. Ryan sigue, por lo tanto,  estando entre media docenas de estrellas en el firmamento del partido con la capacidad de iluminar el cielo de América en futuras contiendas electorales.

Por otra parte, su participación en una candidatura perdedora en el 2012 podría restarle atractivo en una aspiración presidencial en el 2016, un año en que los republicanos no pueden arriesgarse a perder la Casa Blanca si quieren sobrevivir como partido. Apuesto a que esta vez los republicanos van a limpiar la casa de trastos viejos y de falsos artefactos nuevos. Ni reaccionarios en asuntos sociales ni fingidos conservadores fiscales. Verdaderos conservadores que se mantengan firmes en los principios y los expresen con un mensaje flexible y compasivo. Esta última frase define a cabalidad la personalidad y la imagen que proyecta  Marco Rubio.

Un Marco Rubio que es al mismo tiempo audaz, sagaz y brillante comunicador. Un pichón de Ronald Reagan con carita de galán joven y sonrisa inofensiva. Dos atributos que pueden ayudarle a ganar adeptos entre los jóvenes y las mujeres, así como servirle de escudo ante una futura campaña demócrata que, continuando la tradición iniciada por Obama y su equipo en el 2008 y practicada en el 2012, será seguramente vitriólica.

Este es el Marco Rubio audaz que aspiró contra el ex gobernador Charlie Chris desafiando los vaticinios derrotistas de los cerebros del partido. Es el Marco Rubio sagaz que no mostró interés alguno en ser postulado como candidato a la vicepresidencia junto Mitt Romney. Nunca sabremos si esa actitud fue consecuencia de su instinto natural o de su acumen político. Pero el hecho es que la jugada le salió a las mil maravillas. Y, como brillante comunicador, hoy es el niño mimado del movimiento conservador y de la poderosa cadena noticiosa de Fox News. Si el Partido Republicano quiere reconquistar la Casa Blanca en el 2016 no puede darse el lujo de ignorar los atributos de Marco Rubio y su capacidad para ejercer un impacto considerable en una nueva realidad política.

Una nueva realidad política descrita esta semana con su acostumbrada pericia por nuestro colega en La Nueva Nación, el doctor Charles Krauthammer. "Los hispanos deben ser parte de los votantes republicanos. Son inmigrantes que luchan por superarse, son religiosos, católicos, con estrechos lazos familiares y conservadores sociales, como lo demuestra su oposición al aborto", escribió Charles y agregó: "Imagínense a un Marco Rubio como vocero de esa política en el camino a las elecciones de 2016. Ese golpe transformaría el panorama político. No tengo dudas de que ganaría la mayor parte del voto hispano".

Por mi parte, aunque para analistas y estrategas políticos todavía es temprano para vaticinar la composición de la candidatura ni yo tengo influencias entre los altos mandos del Partido Republicano, me aventuro a sugerir la fórmula que considero con mayor  probabilidad de consolidar una victoria republicana. El senador Marco Rubio como presidente y la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez, como vicepresidenta. Una fórmula con todos los ingredientes para atraer a las mujeres, los jóvenes y los hispanos. Pero sobre todo, una candidatura con las genuinas credenciales conservadoras que estimulen un regreso a las urnas de la base del partido que se ha mantenido alejada en las últimas dos elecciones.

Ahora bien, cualquier análisis que ignore la aritmética carece tanto de base real como de credibilidad política. Vayamos, por lo tanto, a los números. La candidatura débil de Romney-Ryan obtuvo 203 votos electorales en esta contienda de 2012. Partamos ahora de la premisa de que una candidatura fortalecida por las credenciales y los atributos de Marco y Susana mantendría esos mismos votos electorales en la contienda de 2016.

Sumemos los 34 votos electorales de La Florida y de Nuevo México, los estados de los dos candidatos, para llegar a un total de 237. Agreguemos los 27 votos combinados de los estados de Virginia, Nevada y Colorado que Obama ganó por un estrecho margen para llegar a un total  de 264 votos y un déficit de solo 6 votos para la cifra mágica de 270 que son necesarios para ganar la presidencia. Sin entrar en especulaciones sobre otros estados, la lógica indica que una candidatura con la solidez de la de Marco y Susana tendría altísimas probabilidades de lograr los 6 votos restantes.

Un resultado de tal naturaleza pondría en vigilancia de suicidio a los voceros de esa prensa amarilla que trata a los latinos como a niños chiquitos dispuestos a creer en su manipulación de las informaciones. Son los periodistas que dicen que, en este 2012, los latinos que decidieron la suerte de Obama llegaron a la madurez política. La realidad es que, al votar por Obama, esos latinos incurrieron en una soberana tontería política. Porque el diletante que habita la Casa Blanca no respeta a los latinos, no les cumplió la promesa de una reforma inmigratoria integral y los utilizó con un descaro inaudito para salir electo.

La hora de los latinos llegará, más temprano que tarde, cuando se les respete, se les hable con la verdad y se les cumplan las promesas. No cuando se les utilice como instrumento para mezquinas manipulaciones electoreras. Nadie sentiría con mayor  intensidad esa causa que un hijo de inmigrantes cubanos y una hija de inmigrantes mexicanos que lograron el sueño americano sin esperar por prebendas gubernamentales y a base de su esfuerzo personal. Esa sería verdaderamente no solo la hora de los latinos sino el tiempo de América. Una nación donde coincidirían al mismo tiempo las diversidades culturales y la unidad de propósito de preservar una América próspera e incluyente que sirva de hogar a todos los americanos
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Tomado de http://www.lanuevanacion.com

EL CAMINO REPUBLICANO HACIA ADELANTE

Por Charles Krauthammer

Traducción de Alfredo M. Cepero

Ellos perdieron y enseguida comienza el coro. Los republicanos tienen que cambiar o morir. Un partido obsoleto de americanos blancos tiene que adaptarse a los cambios demográficos o resignarse a ser eternamente minoritario.

La única parte verdadera de esta afirmación es la relacionada con los hispanos. Ellos deben ser parte de los votantes republicanos. Son inmigrantes que luchan por superarse, son religiosos, católicos, con estrechos lazos familiares y conservadores sociales, como lo demuestra su oposición al aborto.

La inmigración ilegal es la razón principal por la cual votan con los demócratas. En su lucha por lograr la postulación republicana, Mitt Romney cometió el error estratégico de ubicarse a la derecha de Rick Perry en el tema de la inmigración. Durante la campaña general, Romney no pudo salir de ese hueco.

Sin embargo, desde el punto de vista del Partido Republicano el problema no es de carácter estructural. Todo lo que debe hacer es un simple cambio de política: Una cerca en la frontera acompañada de una amnistía. Si amnistía. No tengan miedo y utilicen la palabra. Asombren y conmuevan. Una total normalización sin llegar a la concesión de ciudadanía a cambio de una total seguridad en las fronteras.

Siempre he militado en la escuela de seguridad en la frontera primero con la consiguiente promesa de legalización. Todavía pienso que es el mejor camino. Pero muchos hispanos temen que, una vez lograda la seguridad, no se haga realidad la promesa de legalización. Por lo tanto, prometan la amnistía desde el primer momento. Aseguren las fronteras con una legalización garantizada el mismo día en que los gobernadores de los cuatro estados fronterizos afirmen  que la legalización ilegal ha sido reducida al mínimo.

Imagínense a un Marco Rubio como vocero de esa política en el camino a las elecciones de 2016. Ese golpe transformaría el panorama político. No tengo dudas de que ganaría la mayor parte del voto hispano. Un problema que puede ser solucionado con una simple iniciativa política no es estructural. Es de simple solución.

La otra parte de este último lamento es que los republicanos siempre andan a la zaga entre los negros, los jóvenes y las mujeres solteras. Por otra parte, los republicanos disfrutan de 7 puntos de ventaja entre las mujeres casadas. Pero las razones para la desventaja no son de índole cultural, de identidad o de afinidad. La realidad es que estos grupos de votantes tienden a ser izquierdistas y los republicanos son el partido de la derecha.

El país no necesita dos partidos de izquierda. Sí señor, los republicanos tienen que despojarse de candidatos que habla como morones cuando se refieren a la violación. Pero esto tampoco quiere decir que el país necesite dos partidos que defiendan el aborto. De hecho, el número de mujeres que se oponen al aborto es superior al de aquellas que lo apoyan. El problema de los republicanos en este caso no es de política sino de moderación. Referirse a problemas culturalmente sensibles y filosóficamente complejos sin recriminaciones sino con reflexión y prudencia.

Además, adviertan a los profetas del desastre dentro del partido que los republicanos tienen que cambiar no solo desde el punto de vista étnico sino ideológico. Tienen que regresar al centro. ¡Moderación por encima de todas las cosas!

Los últimos análisis mostraron otros errores entre quienes vaticinan desastre. Por ejemplo, las encuestas a boca de urna efectuadas el día de las elecciones mostraron que, por un margen de 51 a 43, los norteamericanos consideran que el gobierno es demasiado grande. Los republicanos son el partido que quiere reducir el tamaño del gobierno. Y a mayor abundamiento, crecientes exigencias económicas como la deuda aplastante y los insostenibles programas de beneficios garantizados (entitlements) son sólidos argumentos para defender un gobierno más pequeño.

Por lo tanto, ¿cuál es la razón para declarase vencidos? Los republicanos no perdieron las elecciones porque tenían malos argumentos sino porque  no supieron defender sus buenos argumentos. Rumney llevó a cabo una campaña sólida pero su personalidad es la de un hombre moderado. Adoptó con sinceridad la nueva filosofía conservadora pero la explicó como si la misma fuera su segunda lengua.

Más parecido a Gerald Ford en 1976 que a Ronald Reagan en 1980, Romney es una figura de transición, tanto desde el punto de vista ideológico como generacional. Por suerte, detrás de él, el partido cuenta con una reserva extraordinariamente sólida. En el Congreso, Paul Ryan, Marco Rubio, Kelly Ayote y Ted Cruz. Entre los gobernadores, Bobby Jindal, Scott Walker, Nikki Haley, el ex-gobernador Jeb Bush y el saliente gobernador de Indiana, Mitch Daniels. (Chris Christie se encuentra actualmente en proceso de rehabilitación).

Algunos de ellos eran muy jóvenes para aspirar en 2012 y otros no estaban personalmente preparados para enfrentar el reto. Pero esa página ya ha sido doblada. Entre ellos no habrá un Ronald Reagan, pero esta generación de líderes emergentes tiene los sólidos cimientos filosóficos y la suficiente fluidez para defender con energía el nuevo conservadorismo constitucional.

Ignoren a quienes quieren renunciar a los principios. No es necesario cambio radical alguno. El otro partido se cree dueño del futuro demográfico. Lancen un contraataque resolviendo el problema hispano. Sin embargo, cuidado con abandonar el ancla filosófica del partido. En un mundo donde la social democracia europea desaparece ante nuestros ojos, el partido que promueva un gobierno más moderno y más pequeño es dueño del futuro ideológico.

Romney es un buen hombre que expuso el mejor argumento que pudo y estuvo a punto de ganar. Habría sido un gran presidente. Pero, al igual que los Clinton, no fue capaz de superar a Barack Obama en el oscuro arte de la persuasión pública.

La respuesta a la derrota de Romney no es la retirada ni tratar de superar a los demócratas en su demagogia y sus falsas promesas. Es explicar con claridad los beneficios de un gobierno más racional, limitado y reformado. Establecer un contraste con los gastos ilimitados y el paternalismo gubernamental de Barack Obama.

Republicanos: nada de llantos ni lamentos. Nada de reinventar lo que no es necesario inventar de nuevo. Sean puros conservadores, pero explíquenlo de mejor manera. Hay toda una generación de líderes dispuesta a hacer eso mismo.

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Tomado de http://www.lanuevanacion.com/

GANÓ EL POPULACHERO

 Zoé Valdés.

Sí, ganó el candidato de Mariela Castro y el de Hugo Chávez, también el de una gran población latina en Estados Unidos, que no sabiendo cómo derrocar las dictaduras que imperan o imperaron en sus países, se fueron a construir otra en el Imperio que les dio cobijo, ayudas sociales sin trabajar, y por cierto, que todavía no los ha legalizado a una gran mayoría de ellos. Demografía, vientres que paren por no reventar, para que se los críen los que pagan impuestos.

Otros que votaron por Obama son los niñatos de papá y mamá, a los que sus padres les han pagado la carrera hasta el último centavo, y todo el mundo sabe lo caras que son las carreras en Estados Unidos, y que no han tenido que sufrir los horrores del comunismo, porque sus padres los liberaron de ellas. Y así les pagan. Para colmo chantajean a sus padres con los nietos para que se conviertan al islamismo, digo, al obamismo.

Votaron por Obama además los cubanos de nueva generación, los del cuchillo entre los dientes, los que quieren vivir entre Miami y Cuba, haciendo negocete de mulas, y viviendo del cuento, a costilla del sudor y de la sangre de los que trabajan en Estados Unidos y de los que mueren en las cárceles castristas.

Y claro, como el mundo es cada vez más un verdadero estercolero, y Estados Unidos ya es el bidet donde se lavan el trasero y las patas lo peor de este mundo, no podía ser de otra manera.: Ganó el inepto, aunque populachero, el de la deuda impagable, ¿les recuerda algo eso a los cubanos?

En cuanto al Tea Party y el Partido Republicano, una basura reaccionaria el primero, y una antigualla el segundo. Por eso perdieron. Salvo de todo eso al candidato Romney, pero no tuvo agallas, fue elegante, y la elegancia no se usa. ¿O no han visto la fealdad asombrosamente chabacana de los desfiles de moda últimamente? Todo se resuelve con unas licras negras y cualquier trapajo encima.

Un mormón, que hablaba francés, vivió dos años en Francia, un empresario rico, que sabe cómo sacar una empresa adelante, pero tal vez no un país. De todos modos no le dieron la oportunidad de probarlo.

Obama es peor, ni empresario, ni presidente, un fantoche de la izquierda rabiosa, y del peor Hollywood, un representante de toda la hipocresía de este maldito y aburrido planeta en el que vivimos.

Bueno, volvamos al arte, y al erotismo, y a la poesía, ¿y por qué no a la pornografía? Siempre será mejor que la política.