martes, noviembre 18, 2014

Esteban Fernández: LOS CUATRO FRAUDES

LOS CUATRO FRAUDES


Por Esteban Fernández

A los cubanos nos han engañado, vuelto a engañar y requetengañar. Y lo más increíble es que la mayoría de  los compatriotas no saben si los FRAUDES los hemos creado nosotros o nos los han suministrado desde el extranjero por los misteriosos propugnadores del nuevo orden mundial. Desde luego, también las leyendas nuestras han sido exportadas a todo el planeta Tierra.

La primera superchería  es FIDEL CASTRO con su desastroso ataque a un cuartel un 26 de julio de 1953, después cumplió varios meses de cárcel comiendo espaguetis y fumando tabacos “H. Upmann”. En México se vistió de verde, se montó en un barco, zozobró, desembarcó en nuestro país, se subió a lo más alto de una montaña donde los soldados apenas se acercaban. Y se creó una grotesca fábula. Esa es la máxima alucinación.

Mucha gente en el Globo terráqueo todavía se traga el paquete de que se sostuvo una gran guerra en Cuba donde la participación de Castro fue mayúscula sin tener nada que envidiarle a  Napoleón ni a Patton, pero los compatriotas con dos dedos de frente y una pizca de picardía saben que simplemente fueron un montón de pequeñas escaramuzas. Casi se puede decir que fue un largo picnic. Más que una lucha contra el régimen batistiano fue un concurso de simpatías para coronar a un rey momo.

En el Reparto Orfila en Marianao el 15 de septiembre de 1947 se batalló más en unas horas que los Rebeldes en las tres Sierras en dos años. Y  Orlando “El Colorado” León Lemus, Mario Salabarría,  Emilio Tró, Antonio Morín Dopico fueron un millón de veces más guapos que Fidel Castro Ruz y todos sus comandantes juntos.

Y ahora viene la parte donde me hace creer que nosotros no inventamos al Frankenstein sino que nos lo introdujeron por ser un pueblo incauto y sin experiencia política. El New York Times ayudó mucho a que la gente se tragara la falacia.  Mario Lazo en su libro “Daga en el Corazón” nos indica la gran conspiración que convirtió a un aprendiz de gánster en un caudillo.  El ex embajador E.T. Smith en su libro “Cuarto Piso” nos explica como el Departamento de Estado de los Estados Unidos cooperó extraordinariamente a elevar la figura de Fidel Castro.

Compatriotas como Rodolfo Nodal Tarafa, Servando González, Val Marino, Leopoldo Aguilar, Rubén Ricardo,  y mis buenos amigos Horacio Minguillón, Enrique Artalejo, Joe Noda y otros,  dedican enormes esfuerzos a ilustrarnos de las maniobras que llevaron de la mano a un monstruo a ser dueño absoluto de nuestra nación. Es decir, que Castro es solamente un tentáculo de un complot internacional dedicado a esclavizar a la humanidad en pleno.

Nos cayeron encima la familia Rockefeller, Herbert Matthews, el Council of Foreign Relations, y  muchos poderes ocultos tratando de endiosar a quien simplemente en esos momentos estaba amedrentando y matando campesinos en las montañas, y en La Habana asesinando a policías desprevenidos (bajo la dirección de los fidelistas Gustavo Machín y Raúl Díaz Argüelles) y  logrando la eliminación de los principales líderes antigubernamentales (Frank País, José Antonio Echevarría, René Ramos Latour) que no se le subordinaban.

Al mismo tiempo el comunismo internacional al darse cuenta de la personalidad egocentrista, su facilidad para el engaño, su histrionismo, su falta de escrúpulos, decidió cooperar ardientemente dedicando a dos de sus más siniestros agentes, el judío Fabio Grobart y el general de la KGB Osvaldo Sánchez a la labor de convertirlo en un legendario personaje.

Y el  31 de diciembre de 1958 Batista -empujado por los norteamericanos traidores y por el Komintern- se montó en un avión y se fue, abandonó el territorio nacional. No hubo victoria, y si hubo victoria fue de  todos los grupos opositores. El “Directorio” y la “O.A.” combatieron más y sus miembros se jugaron la vida más y tuvieron muchos más mártires.

Castro no salió disparado para La Habana, sino que maquiavélicamente, para consumar el timo -y dicen algunos que obedeciendo órdenes externas- partió en una larga, tediosa, y mañosa caravana que duró una semana por toda la carretera Central. Miles de oportunistas se unían al desfile y cuando llegó a la Capital ya era una fuerza enorme capaz de tomar el poder y de eliminar a la “competencia”.

Inmediatamente comenzaron una labor de zapa encaminada a adueñarse de la nación cubana. Iniciaron un baño de sangre para aterrorizar al país. No solo mataron y encarcelaron a los derrotados batistianos sino a todos los que simplemente discreparan. Pocos eran los seres humanos en todo el orbe terrestre que no se zamparon la patraña de que Fidel Castro era un nuevo Robin Hood ayudando a los pobres. La gran estafa iba a paso acelerado de consumarse.

Alrededor de Castro unos bestiales campesinos de la Sierra. Fue su primera guardia pretoriana. Intervinieron todos los negocios, acabaron con la propiedad privada, engañaron a los guajiros prometiéndoles una Reforma Agraria donde Castro terminó como el único latifundista de la nación, prometieron una Reforma Urbana y Castro terminó como dueño de todas las casas del país. La portada de Bohemia lo puso como si fuera un nuevo Jesucristo.

Prometieron unas elecciones libres en dos años. En su lugar crearon los Comités de Chivatos en cada cuadra. Enviaron a miles y miles de cubanos a inhumanas cárceles. Ensangrentaron al país, miles cayeron ante el paredón de fusilamientos.

Obligaron a un millón de cubanos que no creían en la llegada de un Mesías Redentor a abandonar la nación y convertirse en desterrados. De pronto se acabó la comida, las medicinas, las frutas, la ropa.

Intervinieron en los asuntos internos (enviaron guerrillas, promovieron la inestabilidad) de casi todos los países de la América y de África. Provocaron el rompimiento con los Estados Unidos. Se convirtieron en testaferros de los soviéticos.

Destruyeron totalmente la economía de un país enormemente próspero. Acabaron con la prensa libre, casas sin pintura, una Capital (ayer preciosa) sin luces, sin electricidad, sin agua, edificios apuntalados y derrumbados, basura en las calles, mosquitos, perros famélicos, jineteras, niños adoctrinados y cubanos tirándose al mar en balsas.

Y a cambio que obtuvieron: que un grupo de esbirros (Fidel, Raúl, Ramiro,  Colomé) gracias a unos meses de estancia en las montañas cubanas, y la maldad después, hoy son los propietarios de una Isla y viven mejor que los reyes y los príncipes. La principal labor de los maestros y adoctrinadores cubanos es acrecentar la farsa de la grandeza de Fidel Castro, pero tras un millón de fracasos y errores cometidos, junto a su total deterioro físico, el mito -como bien describe Zoé Valdés en un brillante escrito- se  disipa a pasos agigantados.

El segundo bluf se llamaba Ernesto Guevara de la Serna.  Como dice el escritor Roberto Luque Escalona “hasta el seudónimo de ‘Che’ fue creado en Cuba”. Un fracasado en todo, un anodino, un zoquete, un lijoso, un atorrante, un cochino, un asesino vulgar, que A PESAR QUE NOS DETESTABA los cubanos fidelistas le pagaron convirtiendo a un fantoche  en una figura internacional. Lo importaron y lo auparon. Fue tan bruto que murió creyéndose su imaginaria leyenda y sin comprender que era simplemente un “ídolo de barro”.

El tercer timo  es Raúl Modesto Castro. Pero este es sencillamente una creación de su hermano. Esa es la más absurda de las engañifas,  la  más ridícula de todas las falsedades porque por más de 50 años los cubanos lo ignoramos, despreciamos  y nos burlamos del advenedizo. Siempre, desde que bajó de la Sierra Cristal lampiño y con una cola de caballo comenzamos a considerar que era un cundango. Todos los compatriotas sabíamos que no disparó un tiro en el Moncada, tampoco en la loma, no estuvo en Girón, ni participó en la batalla de Cuito Cuanavale en África.  Pero… quien les dice a ustedes que ahora están tratando de vendernos a este cobarde mequetrefe como si fuera la gran cosa.

Y sin rubor de ninguna clase nos dicen que “El nuevo presidente está imponiendo leyes en beneficio del país, que está logrando un gran cambio, que es un hombre muy apegado a su familia, que le gusta hacer chistes, le encanta bailar una buena rumba y que con él si se puede hablar”. En cualquier momento hasta tratan de hacernos creer que el grado supremo de General se lo ganó a puro pulmón y en gloriosos combates. A lo mejor convencen a algunos cretinos de que Raúl estuvo en la batalla de las Termópilas.  Ahorita nos dicen que es un macho entero,  un fornido gladiador y al mismo tiempo un gran pacificador.

Y eso no es todo, prepárense para lo que viene,  el cuarto tumbe está al doblar de la esquina, lo están afilando para coronarlo en el 2018 -o antes si Raúl da un traspié- y ya, por si las moscas, lo nombraron general también: Alejandro Castro Espín  es la cuarta infamia.