viernes, marzo 27, 2015

Esteban Fernández: LA COACCIÓN

LA COACCIÓN


Por Esteban Fernández
Marzo 27, 2015


No sé exactamente cuando comenzó mi disgusto cuando alguien intentaba presionarme.  Pero para mí que es algo congénito. Desde que yo tengo uso de razón he sido renuente y alérgico a que traten de intimidarme.

Cierto que antiguamente siendo un muchacho me sentía apenado y sin saber que decir ante cualquiera que quería coaccionarme. Pero eso me duró muy poco tiempo.

Porque desde hace muchos años perdí la timidez. Y con una facilidad tremenda mando a freír espárragos a todo el que desea a la cañona venderme un producto o querer obligarme a hacer algo que no deseo. ¿Saben ustedes cuantas veces yo me he ido como bola por tronera de una agencia de vender carros cuando tratan de obligarme a firmar un contrato a la fuerza?

Créanme que todavía yo no sabía exactamente lo que era el comunismo pero mi rebeldía inicial contra esa asquerosa doctrina fue cuando Fidel Castro trató de metérnosla con un cincel en las cabezas.  Y mientras más intentaban inculcármela más yo respondía con una frase del Papa Pío XI que recién había aprendido: “El comunismo es intrínsicamente perverso”

A la puerta de mi casa en North Hollywood tocó  un señor tratando de venderme una Biblia. Como no había ninguna en mi casa pensé que sería una buena idea comprarla. Pero cuando me dio el precio me reí y le dije al hombre: “¡Compadre, esta Biblia es más cara que si yo hubiera querido comprar  la Iglesia Presbiteriana de Güines con el Reverendo David Achón adentro!”.

El vendedor de Biblias no se sonrió, al contrario lo noté molesto, cambió sus modales e inició una absurda y sorpresiva coacción para venderme la Biblia. Pasó de ser un tipo agradable a convertirse en un atrevido. Sinceramente, ya lo de él me parecía una imposición.

Se metía en mi vida personal y me decía: “Veo que usted le ha comprado juguetes a las hijas que están allá adentro retozando y no puede gastarse dinero en Dios, yo estoy dispuesto a dejarle la Biblia en módicas cuotas  mensuales”. Y de pronto me dijo en el colmo de las osadías: “Me parece que el problema suyo es que no cree en Nuestro Señor Jesucristo y si leyera la Biblia cambiaría de opinión” Y fue ahí donde con toda la fuerza que mis pulmones me daban le grité: “¡Oye lo que te voy a decir, si no te vas de mi portal inmediatamente te voy a hacer tragar esa Biblia y vas a estar corrigiendo y vomitando versículos por un mes!”

Es decir que por las buenas soy un pan, puedo ayudar a una mujer en el aseo de la casa, puedo fregar platos,  aceptar que me cambien la idea de ir a Miami de vacaciones e irnos  a Dakota del Sur en diciembre y hasta comprarle hielo a un esquimal en Alaska. Pero si tratan de agitarme no transo ni aunque me pongan una Uzi en la cabeza.
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