lunes, julio 06, 2015

Juan Juan Almeida: Con la familia Castro no se veían los excesos; pero existían


 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Por supuesto que en el fururo postCastrismo  no se debe actuar como lo hicieron  Lenin y los ¨chekistas¨que asesinaron, mediante el ametrallamiento. al zar y a su familia, incluyendo a mujeres y niños, así como a algunos de sus sirvientes y hasta a los perros mascotas de la familia. Ahora bien, las propiedades robadas que han usado y disfrutado deben de devolverlas.

A la  madre de Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, yerno del tirano en funciones  Raúl Castro  y Coronel director de  la  gigantesca empresa  GAESA del consorcio militar Castrista, cuando era alumna de la Escuela de Matemática de la Universidad de La Habana en algunas ocasiones hubo que  examinarla  fuera del período  ordinario  en diferentes asignaturas porque tenía que ir de vacaciones con el General Guillermo Rodríguez del Pozo, ¨Gallo ronco¨,  de vacaciones a Paris, Francia. Ella se llama   Cristina Adelina López-Callejas Hiort-Lorenzen y es, o era hasta hace unos años, Profesora Titular del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana,  la cual  visita los EE.UU. ya que otro de sus hijos, hermano de Luis Alberto,  vive cerca de Cape Coral si mal no recuerdo. Para cualquier duda le pueden preguntar a Arturo López-Callejas (Analista de Inteligencia de la tiranía de los Castro que pasó por una Escuela de Inteligencia en Cuba) quien desde hace años se llama  Arturo López-Levi, que es sobrino de Cristina.

 Otra persona con la que pueden verificar lo anterior, respecto a los viajes de vacaciones al Exterior,  es en la Universidad de La Habana con Baldomero Valiño, que era la persona  encargada, en esos años,  de informar y hacer cumplir con disciplina el reglamento docente y que después de hacer la excepción con Cristina, tenía que  ponerle  la cara al resto del alumnado.
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Con la familia Castro no se veían los excesos; pero existían

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A los Castro que no hayan cometido delitos graves, se les debe ofrecer una libertad sin consecuencias ni responsabilidades.
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Por Juan Juan Almeida
julio 06, 2015

Ha pasado mucho tiempo, demasiado –creo yo–, desde que el apellido Castro entrara aparatosamente al salón de la fama cubana. Lo más curioso es que aún, los miembros de esa familia, continúan marcando el trending topic de la historia. O de la histeria, da igual, ambas son una misma mentira que forman un rompecabezas armado con diferentes fragmentos de impresionantes verdades. Y es que el Gobierno de La Habana, más que un sistema monárquico, intentó y casi logró una calaña con estructura eclesiástica que veneró el fidelismo, no como ideología sino como religión.

Inventó símbolos, mitos, ética, estilo de vida, doctrina, lugares históricos y hasta un libro sagrado (La Historia me absolverá) que, a fuerza de premio y castigo, permanecían unidos con relativa adherencia a una malsana devoción hacia sus dirigentes-deidades, que escondían verdaderas galimatías tras un muro de austeridad que les servía de pantalla. Aquella extraña comunión de hombres "cuasi perfectos" lograron mantener la privacidad, en una suerte de claustro, durante el ancien regime, que duró hasta el 2006.

No se veían los excesos; pero existían, claro está. Ibiza, Mykonos, París, Mónaco, Puerto Banús o Saint Tropez fueron destinos seguros hasta que apareció internet y destapó la olla.

El muro terminó de agrietarse cuando el nuevo líder tomó las riendas del poder. Los fieles comunistas pierden el credo al conocer que su general, Raúl Castro, se beneficia directa e indirectamente de los dividendos que a su familia le reportan las acciones de Bacardí, una de las empresas más vilipendiadas por el Gobierno cubano.

Algunos dirigentes comentaron, en su momento, que sobre los años 90 ejecutivos de esa compañía intentaron comprar las acciones en manos de los Castro Espín y que, después de una secreta reunión familiar, los tenedores actuales del preciado poder cubano, declinaron vender.

No se trata de un acto ilegal; pero sí de un rasgo inmoral que alborotó a todo el rebaño. El más reciente episodio para desmitificar tan "pulcra" falsedad lo protagonizó el carismático, elegante, encantador y arrogante ortopédico, Antonio Castro Soto del Valle, que vive y disfruta su vida importándole un comino lo que piensen los demás.

El cuarto de los cinco hijos nacidos de la unión del dictador Fidel Castro con Dalia Soto del Valle, creció rodeado de halagos. Siente que sus privilegios son absolutos derechos que le tocan por nacimiento y, harto de falsa modestia, sabe que a sus influencias puede sacarle un mayor y mejor partido que cualquier jinetera a su cuerpo.

Personalmente, no soy partidario de echarle petróleo a esa llama; la atmósfera social cubana de hoy es muy parecida a la que se vivió en República Dominicana durante los años postrujillo. Por eso opino que para lograr una verdadera reconciliación entre cubanos, e intentando estimular una sanidad democrática, a los Castro que no hayan cometido delitos graves, se les debe ofrecer una libertad sin consecuencias ni responsabilidades para que, en nombre de cada familia separada, de la agonía de las viudas y de cada hijo que creció sin padre, se larguen todos del país.