domingo, julio 05, 2015

Nicolás Águila: Juan Marinello , ¿mirlo blanco?

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

El escritor Roberto Luque Escalona en su esclarecedor libro  Rolando Masferrer en el país de los mitos  escribió sobre como Rolando Masferrer, Sumum Cum Lauden y Premio Dolz de la Universidad de La Habana de la promoción de 1945 y ex combatiente herido  en la Guerra Civil Española,  anuló los ataques de sus ex camaradas del Partido Socialista Popular (nombre del entonces Partido Comunista en Cuba)  y en particular a Juan Marinello; leamos:

" Desde sus páginas arremetió Masferrer contra quienes lo atacaban. Los conocía a todos, los conocía bien  y aunque ninguno había sido herido  en España, sabía de qué pata cojeaban.  Los zarandeó  de mala manera  por la costumbre, generalizada entre ellos,  pero sabiamente oculta, de manetener amantes. ¨La querida del político¨ quizás no llegara a ser una institución nacional, pero cerca estaba, y a la cercanía  contribuían generosamente los supuestamente impolutos comunistas. En cambio, el joven periodista mostraba inclinación a la monogamia, lo que fortalecía su posición en el conflicto.

Blas Roca, que había seducido a la esposa de un miembro sin importancia del Partido, y Joaquín Ordoqui, que hizo lo mismo, pero convirtiendo en cornudo al también dirigente Carlos Rafael Rodríguez, quedaron muy mal parados, aunque el que salió peor fue, quizás, Juan Marinello.  Vástago de una rica familia villareña convertido al  al comunismo, su aspecto y maneras de patricio, así como su cultura lo llevaron a ser el mascarón de proa ideal de un partido encabezado en buena medida por negros y mulatos, ¨la gente de color¨,  que había desaparecido  de la actividad política después de su  desastroso enfrentamiento con el poder blanco en 1912, regresaba de mano de Marx. Lenin y Stalin; ni siquiera bajo el castrocomunismo ha habido en Cuba un partido político  con tan señalada característica racial. El blanco, aristocrático e intelectual Marinello  estaba que ni mandado a hacer  para encubrir aquel fenómeno.

Marinello, retratado por pintores de fama, calificado de ¨eminente¨ por Pablo Neruda, no era rival para el joven holguinero que lo demolió sacando a relucir  la aventura entre una alumna de la Escuela Normal y el profesor a quien todos  tenían por esposo ejemplar.

Por cierto, la muchacha, que ganó una notoriedad indeseable, era de mi clan familiar. Adolfo Luque, retirado hac'ia tiempo como jugador, estaba entonces en la cima  de su gloria como manager. No hacía mucho que su hija Olga había ganado competencias internacionales  de natación. La alumna Luque de la Escuela Normal  fue la tercera persona de ese apellido en alcanzar renombre aunque limitado y efímero, víctima indirecta del empeño de los comunistas de destruir a Rolando Masferrer. En todas las guerras hay víctimas civiles."  (pp 62-63)

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 Juan Marinello aplaudiendo  con espejuelos o gafas oscuras al centro de la foto. Se distingue a Nicolás Guillén al otro lado de la persona homenajeada


Tomado de http://eldiariodelamarina.com/

Marinello, ¿mirlo blanco?

Por Nicolás Águila
Filólogo y periodista cubano,
 Madrid.
4 julio, 2015

Juan Marinello tenía fama de ser un señor amable y cordial. Un hombre caballeroso impregnado de la ética martiana. Un intelectual que pasaba de puntillas por el fango y no se manchaba con las intrigas del mundillo sórdido del leninismo cubano. Un militante distinto y diferente. Un tipo tolerante. Algo así como el mirlo blanco del Partido..

Bien es cierto que el escritor nacido de familia rica en Jicotea, L. V., en 1898, distaba años luz de la arrogancia y grosería de Aníbal Escalante o Joaquín Ordoqui, por citar nada más que a dos de los dirigentes de rompe y rasga del viejo PSP (sigla con que se camuflaban los ñángaras cubanos antes de Castro). Solo que la tolerancia y la bonhomía no se miden exclusivamente por los modales refinados y el talante avuncular, ni mucho menos por pedir un vaso de leche fría en el bar cuando el poeta y ensayista se reunía con sus amigos en las tertulias literarias. O por atender él mismo el teléfono, en vez de su criada, cosa que a Renée Méndez Capote le parecía el súmmum de la sencillez y humildad en Juan Marinello.

    No, señor mío. La tolerancia no es solamente cuestión de forma y apariencia. Es sobre todo de fondo y contenido. Los hay quienes jamás levantan la voz ni dan puñetazos en la mesa y son sin embargo esencialmente autoritarios e intolerantes. Tal es el caso del camarada Marinello, que era capaz de reprender con dureza a un subalterno por una supuesta falta de firmeza política, como en su momento Manuel Navarro Luna pudo constatar en carne propia..

El poeta manzanillero publicó, a la muerte de su madre, una elegía en la que se dolía de su pérdida irreparable. Y enseguida saltó Marinello. No le hacía ni puñetera gracia la manifestación de duelo público de Navarro Luna. Más aún, el tono elegíaco del poema le parecía una debilidad impropia de un militante comunista, de modo que así se lo hizo saber en una carta inusitadamente dura e insensible…

Conviene precisar que Marinello no le escribía solo a título de amigo y colega, sino también en calidad de alto dirigente del PSP (presidente pro forma), abusando por tanto de la relación asimétrica jefe-subordinado. Lo más triste, sin embargo, es que Navarro Luna obedeció disciplinadamente al censor estalinista en vez de mandarlo al infierno y un poco más allá si cabía. El infeliz poeta le respondió a Marinello jurando y perjurando que nunca más incurriría en semejante fallo y que en lo sucesivo se mostraría fuerte y firme como todo un comunista..

    Con esos antecedentes, a mí no me tomó de sorpresa muchos años después, en 1976, ver a un compungido Marinello asistir a la sesión inaugural de la llamada Asamblea Nacional del Poder Popular mientras su esposa de toda la vida, Pepilla “la de la frente alta”, se hallaba tendida en capilla ardiente en la funeraria Rivero de La Habana. Qué escena tan inhumana, bendito Dios, cuando las cámaras de la televisión lo captaban para que todo el país viera lo que era el temple de un comunista con una piedra por corazón..

Por más vueltas que le dé, no logro entender esa actitud y comportamiento. Sí comprendo, por ejemplo, que Anastas Mikoyán no pudiera asistir al funeral de su esposa en Moscú, pues se hallaba en Cuba con motivo de la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, tratando un asunto de importancia vital —literalmente vital— para la humanidad. El vicepresidente soviético intentaba convencer al cabezón en jefe sobre la necesidad imperiosa de desmantelar y sacar los cohetes estratégicos de la Isla..

Pero ¿qué diantres pintaba aquel anciano débil y achacoso, con la mujer muerta y aún por enterrar, en un evento adonde iba solo a aplaudir y levantar la mano mecánicamente para votar a favor? ¿Se hacía el militante puro y duro? Pues a otro perro con ese hueso. La pureza de Marinello no pasaba de ser pura pose. Y su bonhomía era apenas un bluf. En otra ocasión, con más tiempo y espacio, abundaré sobre el tema y me detendré en su conducta indecorosa hacia algunas damas, incluyendo un penoso caso de acoso sexual. Ahora solo añado, para concluir, que la leyenda del mirlo blanco era más rollo que película. Postureo martiano y sarampión partidista.