viernes, septiembre 04, 2015

Pedro Pablo Arencibia : Algunos apuntes sobre el Golpe del 4 de Septiembre de 1933 en Cuba



Foto del 5 de septiembre de 1933. A la extrema izquierda Ramón Grau San Martín, entonces  profesor  de Fisiología de la Universidad de La Habana, a su lado el periodista Sergió Carbó, al centro el entonces sargento Fulgencio Batista; quizás los otros dos militares de primera fila sean los sargentos Pablo Rodríguez y  José Eleuterio Pedraza. Se agradecerá la identificación. Sergio Carbó fue el que le otorgó, como miembro de la Pentarquía, los grados de Coronel a Batista para que Sumner Welles, representante personal del Presidente de los EE.UU., lo recibiera en una entrevista.


Algunos apuntes sobre el Golpe del 4 de Septiembre de 1933 en Cuba

Por Pedro Pablo Arencibia
Agosto 2015


Sobre los orígenes y desarrollo del golpe del 4 de septiembre de 1933 pueden leer AQUÍ PERO NO  QUIERO DEJAR DE SEÑALAR QUE EN ESE GOLPE PARTICIPARON organizaciones revolucionarias  civiles como el Directorio Estudiantil Universitario (DEU),  el ABC Radical y   "Pro Ley y Justicia", etc. como rechazo ¨al débil gobierno del presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, y a la mediación ingerencista del Embajador de Estados Unidos, que estos días de desórdenes mantenían en la Bahía de La Habana dos buques de guerra con los cañones desenfundados, e infantería de marina a bordo lista para desembarcar.¨. 

Una muestra  del apoyo de las fuerzas revolucionarias al golpe del 4 de septiembre de 1933 se puede inferir a partir de las firmas de la siguiente proclma:
Sobre  la batalla del Hotel Nacional deseo apuntar lo siguiente:
¨Otro hecho sobresaliente del lugar fue la llamada "toma del Hotel Nacional" ocurrida en octubre de 1933. Cuatrocientos oficiales que había servido durante el gobierno de Gerardo Machado, muchos de los cuales no habían tenido ningún vínculo criminal con la tiranía a la cual servían, llamados los "no maculados", tramaban un golpe de Estado para conseguir su reintegración al ejército, para lo que buscaron la protección del embajador de los Estados Unidos, Benjamin Sumner Welles que vivía en el hotel, quien al final los traicionó. Los oficiales se guarecieron en la instalación y permanecieron en el recinto desde el 6 de septiembre hasta el 2 de octubre, fecha cuando ocurrió la toma del Hotel por efectivos gubernamentales. Este fue rodeado por soldados armados con fusiles, ametralladoras, varios cañones ligeros y algunos de gran calibre, pertenecientes a una de las baterías del Castillo de San Carlos de La Cabaña y apoyados por las unidades de superficie de la marina de guerra Patria y Baire que hicieron fuego sobre la instalación. Ante este desborde de armamento, los oficiales se defendieron, pero tenían las de perder y se rindieron. Después de la batalla se desató un tiroteo sobre los 70 oficiales indefensos, dejando un saldo de nueve muertos y diez heridos
En esa batalla participaron también civiles armados del DEU y de ¨Pro Ley y Justicia¨ apoyando a los atacantes, se lee lo siguiente en el sitio Castrista Ecured: ¨La noche del 1 de octubre el secretario de Gobernación, Antonio Guiteras Holmes citó a una reunión en Columbia y ordenó a los mandos tomar el hotel por la fuerza. A las 05:00 horas del 2 de octubre de 1933 cerca de tres mil soldados del Ejército Nacional rodearon el Hotel Nacional. El coronel Fulgencio Batista, jefe del Ejército, situó su puesto de mando en el garage Alfaro a unos 500 metros del hotel en M y Calzada. Allí se le reunieron Guiteras y otros líderes civiles y militares. ¨
(Antonio Guiteras Holmes y Fulgencio Batista el 23 de noviembre de 1933)
Sobre el saldo de  los 300 muertos de los que escribe Richard Gott en ¨Cuba: una nueva historia¨  concernientes a la batalla del Hotel Nacional tengo la opinión que exagera de manera superlativa, pues en el sitio proCastrista  Cuba Periodistas.cu se lee, además de la intención de Batista de parar el rnfrentamiento y el derramamiento de sangre, las bajas dentro de las filas de los atrincherados en el Hotel Nacional:

¨A la 1 de la tarde hubo una tregua y una ambulancia de la cruz roja llevó a los jefes Horacio Ferrer y Julio Sanguily una nota del coronel Batista. Decía el papel:

 “Hemos declarado una tregua hasta el regreso del señor Victor G. Mendoza, representante de la Cruz Roja, cuyo tiempo será de una hora a lo sumo, a fin de que dicho señor haga las gestiones de su humanitario cargo y proponga las siguientes bases para terminar la guerra declarada por los habitantes del Hotel Nacional.

“Primero, deponer la actitud bélica inmediatamente,  salir de 5 en 5, a intervalos de 10 minutos completamente desarmados, en calidad de detenidos.

“Segundo, que por esta parte se respetará la vida y se les darán toda clase de garantías para terminar situación tan enojosa en nombre de la república.

“A las 11.30 a.m. del día 2 de octubre de 1933, en el campamento de operaciones, en la ciudad de La Habana, del estado mayor de ejército.(Firmado) Fulgencio Batista, Jefe del ejército nacional

No hubo rendición y el fuego se reanudó a las tres de la tarde. Dos horas y media después, la oficialidad, ya sin balas, izó la bandera blanca.  Inmediatamente los soldados al mando del recién ascendido a teniente Belisario Hernández entraron al lobby en tropel. Allí estaban esperándolos los jefes Ferrer y Sanguily. La serenidad y firmeza de los rendidos impresionó a la soldadesca. Belisario Hernández, que sirvió a las órdenes de Sanguily en el cuerpo de aviación, previendo que cualquier exaltado pudiera atacarlos, impuso su autoridad y los sacó del edificio custodiados con personal de su confianza y los llevaron en un automóvil a la Cabaña.

La decisión del teniente Belisario fue muy oportuna pues minutos después, mientras los oficiales desarmados y fuertemente custodiados formaban una fila desde la puerta del hotel hasta la calle 21 y O para subir a los camiones que los llevarían a las prisiones militares, fueron tiroteados, matando a 10 de ellos e hiriendo a otros 20.(Durante la batalla los sitiados sólo habían tenido cuatro heridos graves y ocho leves). Algún tiempo después los jefes y oficiales serían puestos en libertad
.¨
Recuerdo, años después,  cuando yo era niño que se  decía que los oficiales  atrincherados en dicho hotel habían fingido una tregua o rendición y que posteriormente abrieron fuego de manera traicionera contra  la tropa enemiga.
*******
 Ramón Grau San Martín y Fulgencio Batista en septiembre de 1933

Tomado de http://cubarepublicana.org/

4 de Septiembre de 1933.

El país, después del 12 de agosto, vivió una situación caótica. El ejército pierde autoridad y es evidente que el Presidente de Céspedes no era la persona que pudiera controlar la situación. De inmediato comienzan las conspiraciones y movimientos contra el gobierno de mediación.

La situación también es caótica dentro de las Fuerzas Armadas. De los doce coroneles en activo, en ese momento (tres de ellos con el grado de “generales transitorios”) solo quedaron cuatro. Unos habían sido separados del servicio y otros permanecían arrestados en la fortaleza de La Cabaña. El Coronel Sanguily asume la jefatura del ejército, pero sufre un ataque de peritonitis aguda y es sustituido por el Coronel Héctor de Quesada como Jefe de Estado Mayor Suplente.

Como el Coronel Sanguily no mejoraba, es llamado al servicio activo el General Armando Montes, quien había sido Jefe del Ejército durante el gobierno del Presidente Alfredo Zayas. El General Montes no gozaba de gran respaldo dentro de las Fuerzas Armadas, sobre todo entre las clases y soldados. Él se había opuesto a una ley del Presidente Zayas conocida como la “Ley de los Sargentos”, la cual favorecía a los sargentos en el proceso de sus ascensos. Al propio tiempo, el Secretario de Defensa, el Coronel Castillo Duany, fue sustituido por el Coronel Horacio Ferrer, médico quien estaba retirado del servicio activo. Con tantos cambios, había una consecuente confusión entre las funciones del Coronel Sanguily, el Coronel de Quesada y el General Montes, recientemente designado.

Es en este período cuando comienzan las conspiraciones dentro del ejército contra el gobierno de mediación. La “Conspiración de los Sargentos” fue una de ellas, pero no la única. Para mayor complicación, son llamados al servicio activo cuatro coroneles que habían servido durante el gobierno del General Menocal. Esto da lugar a que se fortalezca una tendencia “menocalista” dentro del ejército. Al propio tiempo, la oficialidad joven se agrupaba en una organización conocida como “Renovación del Ejército” mayormente formada por tenientes y capitanes. Éstos oficiales jóvenes son los que se pusieron en contacto con el Directorio Estudiantil.

Mientras esto ocurría, los sargentos y otras clases también empiezan a conspirar. Es precisamente en esta coyuntura histórica cuando se destaca la intervención y la ejecutoria del Sargento Mayor Fulgencio Batista y Zaldívar y es cuando comienza su liderazgo.

El Sargento Mayor Fulgencio Batista y Zaldívar asistía, en calidad de taquígrafo, a los Consejos de Guerra que se llevaban a cabo contra los revolucionarios durante la última etapa del gobierno del Presidente Machado. Es entonces cuando el Sargento Batista comienza a relacionarse con los líderes estudiantiles y revolucionarios. Durante los juicios, conoce a muchos de ellos, mostrándoles su simpatía. Al propio tiempo, Batista pertenecía a una célula del ABC. Una de esas células radicaba en el Cuerpo de Ingenieros, donde el Sargento Miguel Ángel Hernández fue arrestado y finalmente ultimado por sus actividades conspirativas contra Machado.

(El sargento Fulgencio Batista en septiembre de 1933)

Subsiguiente al 12 de agosto, la situación caótica se mantiene dentro y fuera de los cuarteles. La falta de control trae como consecuencia saqueos y hasta linchamientos por las turbas enardecidas. Es entonces cuando Batista comienza a reunirse con un grupo de sargentos, cabos y soldados. Las reuniones tuvieron lugar, al principio, en el Batallón 2 de Infantería del campamento de Columbia. Este grupo se fue ampliando rápidamente en otras unidades.

El Sargento Batista, que pertenecía al Ramal 7 del ABC, se comunica con el jefe del mismo Sr. Manuel Martí, para ofrecerle el movimiento que se estaba gestando. Martí lo cita a un “punto de contacto” y le dice que no hagan nada y que permanezcan tranquilos ya que el ABC apoya al gobierno. Batista decide moverse en otra dirección y hacer otros contactos con elementos civiles.

El día 18 de agosto en el Cementerio de Colón, se efectuó el entierro del Sargento Miguel Ángel Hernández, del líder obrero Margarito Iglesias, y del líder estudiantil Ernesto Alpízar. En ese acto, despidieron el duelo en memoria de Iglesias y de Alpízar, dos representantes de sus respectivos sectores. Sin embargo, en la sección del cementerio donde se estaba efectuando el sepelio de los restos del Sargento Hernández, nadie había sido designado para hablar a nombre del Estado Mayor del Ejército. Es entonces cuando sus compañeros pidieron al Sargento Batista que hiciera uso de la palabra. Con palabras encendidas y elocuentes, Batista habló de las injusticias del momento, de reformas necesarias y de otros temas candentes.

A partir de este momento, los hechos comienzan a precipitarse rápidamente. Las reuniones son continuas: unas en la casa de Batista y otras en diversos lugares. Se establece contacto con los miembros de “Pro Ley y Justicia”, que fue la agrupación civil de origen estudiantil que se unió al grupo de los sargentos.

El contacto más importante en todo este proceso lo fue Sergio Carbó. Este combatiente de la lucha contra Machado, era director y editor de la Revista “La Semana”, aquella que había publicado en su portada una fotografía a toda plana, en la que aparecían “de brazos” un soldado, un estudiante y un obrero y el pié de grabado solamente decía: ¡“Paso a la Revolución Auténtica”! El Sargento Batista, acompañado por un grupo de alistados, visita a Carbó para expresarle sus inquietudes y para pedirle que les publicara unas declaraciones. Carbó les aconsejó que no lo hicieran porque serían procesados por rebelión. Esa fue una visita de importancia decisiva, por lo que vendría después.

El día 3 de septiembre por la mañana, Batista con un grupo de civiles y militares se dirige a Matanzas e involucra a elementos del Regimiento 4 de la Guardia Rural. Regresaron ese mismo día a La Habana. Los únicos contactos de ese movimiento fuera de la capital, se encontraban en Matanzas y Pinar del Río.
Se había solicitado un permiso del Estado Mayor para celebrar una reunión en el Club de Alistados el 4 de septiembre, con el pretexto de discutir y resolver ciertos agravios. Así pues, Batista se presentó esa mañana en Columbia, dirigiéndose al Cuartel Maestre que estaba a pocos pasos del Club de Alistados.

Al llegar, camina al encuentro de un grupo de soldados quienes le informaron que el Capitán Torres-Menier, ayudante del Coronel Sanguily y quien fungía de jefe en la Fuerza Aérea, estaba allí. Todos se dirigen hacia el lugar de la reunión, pero se desconocía la razón de la inoportuna presencia del Capitán Torres-Menier en aquel lugar en momento tan crítico y culminante. Al parecer, según le informan a Batista, un cabo imbuido de las mejores intenciones, le había hablado de la reunión al capitán, invitándole a que participara de la misma. Batista, sin amilanarse, va al encuentro de Torres-Menier que estaba parado en las afueras del Club de Alistados y en posición de atención lo saluda y respetuosamente se pone a sus órdenes. Torres-Menier le responde que ha sido informado que se produciría esta reunion y él quería saber de que se trataba. Batista con firmeza le pide que pase al Club para continuar la conversación.

Adentro estaba el grupo de sargentos y otras clases comprometidos en el movimiento sedicioso. Mientras tanto, la noticia de lo que estaba ocurriendo en el Club de Alistados se fue esparciendo por todas las unidades militares en el campamento militar de Columbia, haciendo que sus componentes acudieran presurosos al lugar de reunión. Es entonces que se produce un careo entre Torres-Menier y Batista, durante el cual se habla de reivindicaciones y otros reclamos clasistas, hasta que se oye una voz muy sonora de un soldado que grita: “Batista, está bueno ya y habla de los asuntos que nos trajeron aquí”. Entonces Batista empieza a hablar del maltrato a los soldados y de la tensión en que se vivía por el estado de anarquía. Empiezan a excitarse los ánimos y la gente a gritar: “!Viva Batista!. ¡Viva el Sargento Batista!”. En ese preciso momento se confirmó su liderazgo. Torres-Menier se retira comprometido a aceptar un pliego de reivindicaciones que esa misma tarde le harían llegar. Este documento nunca se llegó a presentar.

Inmediatamente, Batista deja Columbia en manos de sus compañeros y comienza a recorrer distintas unidades militares situadas en otros puntos de la ciudad, regresando finalmente a Columbia.

También se había decidido que los Sargentos Pablo Rodríguez y Eleuterio Pedraza regresaran a Matanzas para consolidar la situación allí. La revolución también se había extendido a otros campamentos militares importantes como La Cabaña, Atarés, y otras instalaciones de las Fuerzas Armadas.

Al regresar Batista a Columbia, se encuentra con la noticia de que el Batallón Uno de Infantería, prestando servicios en La Habana y acantonado en la antigua Maestranza de Artillería no acataban el movimiento. Batista, sin peder un minuto de tiempo, se dirigió a ese lugar. Allí se presenta en el Batallón y averigua que pasaba. Le responden que los sargentos no quieren aceptar ni el movimiento ni los cambios. Batista se dirigió al cabo Oscar Díaz, perteneciente a esta unidad y le ordenó que asumiera el mando. Y así lo hizo. Ese Batallón era muy importante porque respondía directamente al Estado Mayor del Ejército radicado en aquellos tiempos en el Castillo de La Fuerza y tenía bajo su responsabilidad la guardia del Palacio Presidencial.

Ya controlada la situación, Batista se marcha y se dirige a la casa de Sergio Carbó. Una vez en su presencia le dice que el movimiento está en marcha y ya no hay quien lo detenga y que quieren que sea él quien los una. Le solicitan que cite a los elementos civiles más importantes para que acudan al campamento de Columbia esta noche. Carbó acepta la invitación y la encomienda. Por supuesto, cualquiera que hubiera sido su respuesta, ya el mecanismo de los grandes acontecimientos había sido puesto en marcha y no había nada ni nadie que pudiera detenerlo.

En el momento que el conocido periodista se incorporó al movimiento, ya se había convocado a todas las delegaciones militares en cuarteles y guarniciones para que acudieran a las ocho de la noche al Cine de Columbia. En ese lugar y a la hora señalada, Batista asumiría el liderazgo total de las fuerzas armadas. Sus órdenes fueron las siguientes: “El Estado Mayor es éste y las órdenes emanarán de aquí”. Seguidamente dijo: “Cada Sargento Mayor tomará cargo de su respectiva unidad. Si no, lo hará el Sargento o el Cabo. Y si por cualquier eventualidad las clases mencionadas no aceptaran esa responsabilidad, se harán cargo de esas unidades los soldados que la asuman”.

Mientras esto sucedía, los primeros civiles llegaban a Columbia. Primero los de “Pro Ley y Justicia” y luego los del Directorio Estudiantil, los del ABC Radical y otros elementos revolucionarios.

A esa reunión del Cine de Columbia, a la que concurrieron las delegaciones de sargentos, cabos y alistados de todas las unidades del ejército y la marina, asistieron también varios oficiales. La mayoría eran buenos jefes. Sin embargo, otros no tanto, y a los que los soldados no veían con simpatía. Batista, percatado de eso, se dirige a las delegaciones y ordena que todos los oficiales deben ser tratados con absoluto respeto y serán debidamente protegidos. Después, dirigiendo su mirada hacia donde ellos se encontraban, les rogó que abandonaran el local y que ya, en su oportunidad, serían llamados.

Una vez terminada la reunión, pasaron a la Jefatura del Regimiento donde esperaban Sergio Carbó y otros civiles. De allí todos se trasladaron al Club de Oficiales. Se integró una “Junta Revolucionaria”, la cual designó a cinco eminentes ciudadanos para que asumieran las funciones de gobierno constituyendo “La Pentarquía”. La misma estaba integrada por el Dr. Ramón Grau San Martín, el periodista Sergio Carbó, el profesor Dr. Guillermo Portela, el banquero Porfirio Franca, y el abogado Dr. José Miguel Irisarri. Lo primero que hicieron fue redactar un documento, “La Proclama del 4 de Septiembre”, que recogía el pensamiento revolucionario de reivindicaciones y de justicia social que latía en todos en aquellos momentos. El documento fué firmado por diecinueve personas. La primer firma que aparece en la Proclama es la del Dr. Carlos Prío Socarrás y la última es la de Fulgencio Batista, Sargento Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación.

Mientras Batista se quedaba en el campamento de Columbia, consolidando la revolución en todos los mandos de la nación, el 5 de Septiembre se trasladó al Palacio Presidencial una delegación para informarle al Dr. Carlos Manuel de Céspedes que estaba destituido. Al informarle al Presidente de lo ocurrido, éste preguntó que a quienes representaban. Le respondieron que estaban involucrados el Directorio Estudiantil, el ABC Radical y otros sectores. Esto no impresionó a de Céspedes ya que él también contaba con factores importantes. Pero al Dr. Prío Socarrás informarle que también contaban con el ejército y la marina, el presidente accedió a abandonar el Palacio Presidencial.